Noviembre 2019
Un año más estamos en noviembre y un año más conmemoramos un día con el que todas soñamos dejar de reivindicar. El próximo 25 de noviembre, volveremos a salir a las calles para gritar alto y claro que no queremos ¡ni una más!
Este año se cumplieron dos años del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, pacto que fue fruto de la exigencia de la explosión del movimiento feminista en 2015. Ha sido un aniversario agridulce, porque, si bien es cierto que se han ido cumpliendo algunas de las más de 200 medidas propuestas para eliminar esta lacra, la realidad es que las troncales, las que harían evolucionar la estructura patriarcal del Estado y la social, no se han desplegado y están lejos de ponerse en marcha, como por ejemplo la necesidad de ampliarla más allá de la pareja (actualmente solo se considera violencia de género aquella que ejercen contra las mujeres sus parejas o exparejas sentimentales), la revisión del régimen de visita de los menores con padres denunciados o la dotación de recursos económicos y humanos en cuerpos policiales y judiciales.
Es evidente que queda mucho camino por recorrer, pero la realidad que tenemos ante los ojos y que recibimos en forma de noticia prácticamente cada día es que, lejos de retroceder en violencia y avanzar en
derechos, este año (hasta septiembre) ha habido más muertes y más denuncias que el año pasado. Ya no es una urgencia, sino una emergencia el hecho de que, de una vez por todas, se produzcan los cambios legislativos necesarios para erradicar la violencia machista, que las instituciones públicas en todos sus niveles (municipal, autonómico y estatal) se lo tomen en serio y sea un tema transversal y primario en cualquier agenda política.
Sandra Daza Puente
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